Cuentan los viejos del Alto Valle que cada primavera llega una brisa distinta, suave y perfumada, que baja entre las viñas justo cuando las flores despiertan. No es cualquier aire: es la Brisa de Abril, un soplo que, dicen, trae consigo la memoria de todos los que alguna vez amaron la tierra. Este vino blanco nació de esa leyenda. En una pequeña bodega familiar, en la ladera donde el sol se cuela entre los almendros, una madre y su hijo comenzaron a embotellar no solo uvas, sino momentos: el primer beso bajo el parral, la risa de una sobremesa, la caricia del viento al atardecer. Fresco, aromático, con notas de flores blancas y un leve susurro de limón maduro, Brisa de Abril no se bebe: se recuerda. Porque hay vinos que se hacen con barricas… y otros, con alma.

En nariz, el Verdejo se muestra intensamente aromático y muy expresivo, con un perfil fresco y afrutado. Desde el primer contacto, destaca su carácter cítrico y tropical, con notas de pomelo, lima, piña fresca y maracuyá.